martes, 19 de diciembre de 2017

Miguel de Unamuno




Miguel de Unamuno y Jugo nació el 29 de septiembre de 1864 en Bilbao, ciudad en la que pasó su infancia y su adolescencia. Su padre, Félix de Unamuno, se casó con su sobrina Salomé de Jugo con la que tuvo seis hijos de los que Miguel fue el tercero y el primer varón. Félix de Unamuno era comerciante y la situación económica de la familia era desahogada, pues antes de establecerse definitivamente en Bilbao, Félix de Unamuno había emigrado a México y amasado una pequeña fortuna de la que disfrutaba su familia hasta su fallecimiento en 1870, cuando Miguel tenía seis años. La muerte de su padre "condenaría a la familia a una vida austera, de apuros económicos”. 

Miguel de Unamuno estudió en el colegio de San Nicolás, y a la edad de nueve años,  estalló la Segunda Guerra Carlista. La ciudad de Bilbao fue sitiada y bombardeada por los carlistas en 1873, y posteriormente liberada por las tropas liberales en 1874. Unamuno vivió esta guerra civil en la inocencia de sus nueve años aunque "Miguel, entonces, se dispone a tomar su primera comunión, y casi sin saberlo, cobra también dolorida conciencia del hecho de la guerra civil". El mismo Unamuno lo consideró como el primer hecho significativo en su vida: la explosión, el 21 de febrero de 1874, sobre uno de los tejados cercanos a su casa, de una bomba carlista.

Estudia el bachillerato primero en el Instituto Vizcaíno, y después en el Instituto Provincial. El joven Miguel leía los libros de Historia, Derecho, Filosofía, Ciencias Sociales y Ciencias Generales que conformaban la pequeña biblioteca que se padre había traído a su regreso de México. En el bachillerato Unamuno estudió latín, geografia, historia, retórica, álgebra, aritmética, psicología, lógica, ética, etc. En el tercer curso de bachillerato fue cuando Miguel comenzó sus lecturas filosóficas. Por obligación de su profesor debían leer a Balmes y a Donoso Cortés, pero estos autores —sobre todo, el primero— no satisfacían las inquietudes de Unamuno y comenzó a leer a Kant, Descartes, Hegel, Fichte y Newton, entre otros. Las lecturas de estos autores, de los libros de su pequeña biblioteca y su propia inquietud intelectual, ya desde época muy temprana, fueron poniendo las bases de la vocación de Unamuno como literato y pensador. 

Terminado el bachillerato, partió hacia Madrid en 1880 para comenzar la carrera de Filosofía y Letras. En sus años universitarios, Unamuno aprendió alemán leyendo a Hegel y a Goethe en el Ateneo de Madrid. En este año de 1880 publicó su primer artículo periodístico titulado "La unión hace la fuerza", que apareció en “El noticiero bilbaíno”. 

La experiencia de Unamuno en la capital también fue decisiva en su vida por otro importante motivo, pues fue allí donde Unamuno dejó de acudir a misa —que en él era un hábito diario— y comenzó a racionalizar su fe. Unamuno nunca accedió a asentarse en Madrid a pesar de que, incluso su amigo José Ortega y Gasset, siempre quiso que Unamuno estuviera en Madrid y optara a una cátedra en la Corte. Miguel de Unamuno era conocido no sólo por su inusual vestimenta, su característica gabardina, jersey cerrado o chaleco y su sombrero sencillo negro, que chocaba con la de sus compañeros de generación, sino además por sus aficiones como el origami, el ajo crudo que ingería a diario para proteger su salud, o los “garabatos”, como él los llamaba, que realizaba para expresar sus emociones.

En 1883 hizo su examen de licenciatura, acabó la carrera y en 1884 se doctoró con una tesis titulada “Crítica del problema sobre el origen y prehistoria de la raza vasca”. Leída su tesis, regresó a Bilbao el mismo año. Impartió clases de latín en el Instituto de Vizcaya y comenzó su preparación de oposiciones que duró varios años. En esta época, en su ciudad natal comenzó también la militancia socialista de Miguel de Unamuno. En 1889 hizo su primer viaje al extranjero y visitó dos países, Italia y Francia.

El 31 de enero del 1891 contrajo matrimonio con Concha Lizarraga, con la que mantenía un noviazgo desde los doce años. Tuvieron nueve hijos: Fernando, Pablo, Raimundín, Salomé, Felisa, José, María, Rafael y Ramón. Unamuno encontró en su hogar la paz y la alegría que en ocasiones le faltaban a causa de sus preocupaciones intelectuales, religiosas, académicas, políticas y sociales. "Junto a sus hijos y junto a su mujer encuentra algo de sosiego”.

En junio de 1891 ganó las oposiciones y obtuvo la plaza para la Cátedra de Griego de la Universidad de Salamanca de la que tomó posesión en junio de 1891. Instalado en Salamanca con su familia, el 2 de octubre inicia su labor docente, al mismo tiempo que escribe su primera gran obra ‘Paz en la guerra’, novela centrada en la Segunda Guerra Carlista y en el sitio de Bilbao en 1874.

En 1897, año de la publicación de ‘Paz en la guerra', se produjo una experiencia en la vida de Unamuno que le llevó a sufrir su gran crisis religiosa. La idea del suicidio le rondó la cabeza en varias ocasiones pero acabó desechándola porque tenía una familia que mantener, y por las dudas que abrigaba aún sobre la inmortalidad, problema que se convirtió en el eje sobre el que se desarrolló toda su obra, no sólo en su pensamiento más cercano a la filosofía —que se puede identificar más claramente en sus ensayos—, sino también en sus novelas como 'Niebla'. Creía que la inmortalidad proporciona a la muerte su más hondo sentido.

Fruto de esta crisis religiosa, Unamuno leyó en 1899 en el Ateneo de Madrid su ensayo titulado "Nicodemo el fariseo" que fue el primero de una obra que empezó a escribir y que, en un principio, tituló “Meditaciones evangélicas”, pero que nunca llegó a terminar. En "Nicodemo el fariseo" aparecen ya esbozadas algunas de las ideas capitales de la filosofía de Unamuno, como la idea del poder creador de la fe: "Cuando la razón me dice que no hay finalidad trascendente, la fe me contesta que debe haberla, y como debe haberla la habrá. Porque no consiste tanto la fe, señores, en crear lo que no vimos, cuanto en crear lo que no vemos. Sólo la fe crea". "Nicodemo el fariseo" es el ensayo que mejor refleja el cambio que se dio en la religiosidad de Unamuno a partir de la crisis de 1897, que subsiste hasta el momento en que Unamuno descubre que 'Dios es ateo', es decir, hasta cuando comprende que no puede volver a la fe de la infancia que añora.

El 30 de octubre de 1900 Unamuno fue nombrado rector de la Universidad de Salamanca —después de no pocas polémicas entre los miembros del claustro— con el apoyo del alumnado pero sin el respaldo de la mayoría de aquél, que se había inclinado hacia el lado del rector saliente, Mamés Esperabé Lozano.

En 1905 Unamuno publicó una de sus obras filosóficamente más relevantes, ‘Vida de Don Quijote y Sancho’, en la que se pueden encontrar algunas de sus tesis filosóficas más importes mediante comentarios a pasajes de la novela de Cervantes, de "nuestra Biblia nacional", como le gustaba llamarla a Unamuno. Este ensayo sobre la obra de Cervantes supuso un nuevo motivo para alimentar aun más, a través de la escritura, su "hambre de inmortalidad"— expresión que Unamuno usa para acentuar el carácter instintivo que cree que posee en el ser humano el deseo de inmortalidad— "explica la atracción de figuras novelescas como las de Don Quijote y Sancho, llamados a no morir, portadores de alguna manera del espíritu creador". 

Este ensayo aborda también dos temas principales: el heroísmo y el erostratismo. El término "erostratismo", que usa Unamuno, procede de un mito griego que cuenta la historia de Eróstrato que quemó el templo de Efeso para obtener fama. El erostratismo, tal como lo entiende Unamuno, son los sacrificios para obtener fama. Este tema está muy relacionado con uno de los sentidos del problema de la inmortalidad humana que maneja Unamuno: el de la fama en este mundo como forma de inmortalidad. El heroísmo y el erostratismo en Unamuno se relacionan por medio de los héroes que él elige como alegoría para tratar el problema de la inmortalidad y que pueden tener dos clases de objetivos: Dios o la fama. Estos héroes son Don Quijote, Augusto Pérez (protagonista de 'Niebla'), San Ignacio, Santa Teresa, San Manuel Bueno, etc. A causa de las dudas respecto a la inmortalidad humana después de la muerte, Unamuno concentró sus fuerzas en lograr una fama mundana, en dejar escrito su nombre en los anales de la historia.

En 1910 vio la luz la colección de ensayos que Unamuno tituló ‘Mi religión y otros ensayos breves’ que se caracteriza por la notable diversidad de temas que Unamuno trata: la religión, la verdad, la política, la cultura, la pornografía, la lujuria, la opinión pública, además de escribir sobre otros literatos y pensadores cuyas obras conoce, como Ibsen o Kierkegaard, al que comenzó a leer en 1901 y que le sirvió de "compañero de su nueva trayectoria". Además lee también a autores protestantes y modernistas que dan nuevos horizontes a sus problemas teológicos.

Las cargas familiares y los compromisos que de ellas se derivaban obligaban a Unamuno a trabajar sin descanso: escribía numerosos artículos para diferentes diarios, pronunciaba conferencias en varios lugares, además de escribir sus obras y cumplir puntualmente con su responsabilidad docente y su responsabilidad académica como máxima autoridad de la universidad.

El año 1913 fue un año notable dentro de la producción escrita de Unamunol pues publicó nada menos que cuatro obras entre las que se encuentra la que se puede considerar su obra más genuinamente filosófica: ‘Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos’, compuesta por nueve ensayos y un epílogo dedicado a Don Quijote en la tragicomedia europea contemporánea. En ella Unamuno recogió sus principales preocupaciones filosóficas agrupadas en torno al recurrente tema unamuniano de la inmortalidad humana. En esta obra es donde claramente se puede encontrar la síntesis de las inquietudes y cuestiones filosóficas de Unamuno en torno a la inmortalidad. Para Unamuno el anhelo de Dios y de la inmortalidad era tan importante como el aspecto científico-racional del individuo. Reconoció, sin embargo, que la fe tradicional no podía sostenerse ante los avances científicos modernos. Según Unamuno, la persona siente la necesidad de Dios y la fe llega a ser una afirmación del individuo. Sin embargo, Unamuno insistió en que el aspecto racional de la persona no le permite creer ciegamente. La base del "sentimiento trágico de la vida” es la paradoja entre el vivir y el conocer, ya que "todo lo vital es antirracional, no ya sólo irracional, y todo lo racional, antivital”. La vida en sí es una paradoja, y la persona se contradice a sí mismo. "El más trágico problema de la filosofía es el de conciliar las necesidades intelectuales con las necesidades afectivas y con las volitivas."

En el verano de 1914, Unamuno llevó a su familia a pasar las vacaciones a Portugal, pero él regresó antes a Salamanca por los compromisos que le reclamaban allí. El 30 de agosto, estando ya en la ciudad castellana, se enteró de manera indirecta de su propia destitución por las carteleras que los periódicos locales cuelgan en los soportales de la Plaza Mayor dando avances de las noticias más salientes que van a publicar. El motivo que precipitó su destitución como rector fue el problema que tuvo Unamuno con las autoridades políticas por la convalidación del título de bachiller a un colombiano por el que el ministro Bergamín le reclamó. 

Tras su destitución, la primera como rector, Unamuno emprendió una infatigable campaña política que le supuso una condena de dieciséis años de prisión por injurias al rey Alfonso XIII en un artículo. La sentencia no llegó a ejecutarse. En 1920 Unamuno fue elegido por sus compañeros decano de la Facultad de Filosofía y Letras, y un año más tarde es nombrado Vicerrector. Dio el salto a la política nacional y presentó su candidatura a las elecciones de diputados, además de presentarse en 1922 como candidato republicano a las Cortes. Continúa con sus ataques al rey y al dictador Primo de Rivera, hasta éste lo destituye de nuevo y lo destierra a Fuerteventura en febrero de 1924. Las protestas contra el destierro de Unamuno se extendieron por todo el país y por el extranjero, por todo el continente europeo y por Hispanoamérica. Cuatro meses más tarde es indultado, pero Unamuno se exilia a París, primero, y a Hendaya después, hasta que cae el régimen de Primo de Rivera y el 9 de marzo de 1930 atravesó a pie el puente fronterizo hasta Irún. Unamuno tardó varios días en regresar a Salamanca, y en su camino se detuvo en San Sebastián, Bilbao y Valladolid. Cuando por fin llegó a Salamanca su recibimiento fue apoteósico.

En 1931 es el rey quien salió hacia el exilio y se proclama la Segunda República. El propio Unamuno fue el encargado de anunciarla en Salamanca. Unamuno volvió a recuperar el reconocimiento y popularidad que había dejado atrás el mismo día de su destierro. Fue además fue nombrado "alcalde-presidente honorario" del primer ayuntamiento de la Segunda República en Salamanca. El 18 de abril de 1931 Unamuno fue nombrado de nuevo rector de la Universidad de Salamanca y presidente del Consejo de Instrucción Pública.

En 1933 publicó otra novela que fue muy bien recibida, ‘San Manuel Bueno, Mártir; y tres historias más’, nuevamente en torno a la temática religiosa de la fe y la inmortalidad humana que tiene como protagonista otro de los héroes unamunianos, Don Manuel, el cura que racionalizó su fe, que acabó perdiéndola, pero que seguía viviendo con la esperanza de la inmortalidad. Don Manuel es el personaje que usa Miguel de Unamuno para dejar constancia de sus propias dudas, de su propia agonía —lucha— entre la fe y la razón.

En 1934, Unamuno fue nombrado Doctor Honoris Causa por la universidad francesa de Grenoble. Y el 29 de septiembre de ese año Miguel de Unamuno da su última clase en la Universidad de Salamanca. El aula donde impartió su última lección se llenó, todos apreciaban al viejo catedrático luchador que había sido centro y figura de los treinta y cuatro últimos años de la Universidad. Se celebraron grandes fiestas en honor y, como homenaje a él, se creó una cátedra con su nombre con la que poseía plena libertad para regentarla a su parecer.

En 1935 el Consejo de Ministros de la República le nombró Ciudadano de Honor y en 1936 es la Universidad de Oxford la que lo nombra Doctor Honoris Causa.

Pero Unamuno volvió a rebelarse contra lo que no le parecía bien y denunció al gobierno de la República. Este levantamiento contra la autoridad produjo que el gobierno de la República destituyese a Unamuno como rector perpetuo, anulando la creación de la cátedra que llevaba su nombre. 

En abril de 1936 Unamuno consideró a los militares alzados contra la República como un conjunto de regeneracionistas autoritarios dispuestos a encauzar la deriva de España. Cuando el 19 de julio la práctica totalidad del Consistorio salmantino es destituida por las nuevas autoridades militares y sustituida por personas adeptas, Unamuno acepta el acta de concejal que le ofrece el nuevo alcalde. Hace un llamamiento a los intelectuales europeos para que apoyen a los sublevados, declarando que representaban la defensa de la civilización occidental y de la tradición cristiana, lo que causa tristeza en el mundo. Sin embargo, el entusiasmo por la sublevación pronto se torna en decepción, especialmente ante el cariz que toma la represión en Salamanca. A principios de octubre, Unamuno visitó a Franco en el palacio episcopal para suplicar inútilmente clemencia para sus amigos presos. Miguel de Unamuno se arrepintió públicamente de su apoyo a la sublevación. 

El 12 de octubre de 1936, en el paraninfo de la Universidad, durante el acto de apertura del curso académico, Unamuno fue protagonista de un enfrentamiento con el general Millán Astray. Se celebraba en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca un acto literario en conmemoración de la Festividad de la Raza. El acto era presidido por Miguel de Unamuno. A este acto acudió también la esposa del general Franco, Carmen Polo, que tomó asiento a la derecha del rector. El guión del acto se componía de diferentes discursos en torno al tema de la raza. Después de terminar todos los oradores, tomó la palabra Unamuno comenzando con una dura crítica a la guerra civil con estas famosas palabras:

“La nuestra es una guerra incivil. Nací arrullado por una guerra civil y sé lo que digo. Vencer no es convencer y hay que convencer, sobre todo, y no puede convencer el odio que no deja lugar para la compasión; el odio a la inteligencia”.

El general Millán Astray airado, interrumpió el discurso de Unamuno pronunciando unas palabras a favor del levantamiento militar, defendiendo a los soldados y terminó gritando "¡Mueran los intelectuales!, ¡Viva la muerte!". Unamuno, fiel a sus principios, replicó dirigiéndose directamente al general. El público se escandalizó por lo que estaba aconteciendo, y comenzaron a abuchear a Unamuno. La esposa de Franco entonces lo tomó del brazo y consiguió sacarlo del Paraninfo y llevarlo hasta su casa, donde él, repudiado por el gobierno y hastiado de tanta polémica, decidió encerrarse voluntariamente y alejarse de la vida pública como forma de protesta. 

Miguel de Unamuno murió de repente el último día del año 1936.


MAG/19.12.2017

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